Desde el 21 de Noviembre, el primer día del paro general en Colombia, estamos presenciando a un despertar de una movilización popular que estuvo ausente del escenario del País Sudamericano desde hace décadas.
Las calles y las plazas de Bogotà, Medellín, Cali, Oriente Antioqueñio y de las localidades más pequeñas y menos conocidas, han sido ocupadas por decenas y decenas de miles de personas. El rechazo inicial del “paquetazo” del Presidente Ivan Duque, el discípulo de Uribe, que busca imponer un paquete de medidas neoliberales, se sumarón en el camino a muchas otras reclamaciones (incluidas las de una educación gratuita y la lucha contra el desempleo), tanto que hoy se ha establecido una especie de plataforma social y política de los movimientos colombianos.
En el centro está la reclamación de un proceso de democratización del Estado, que debe comprometerse a respetar los Acuerdos de Paz firmados en 2016 y que incluso ganó el Premio Nobel de Paz para el entonces Presidente Santos.
De hecho, los aparatos Estatales colombianos nunca han cumplido sus compromisos y continúan, por el contrario, persiguiendo movimientos campesinos, indígenas y sociales, con el asesinato de cientos de líderes sociales. Entre los reclamos populares también está el desmonte del ESMAD, un cuerpo “anti motines” que ya ha causado muertes entre los manifestantes. Entre ellos el joven Dilan Cruz, golpeado en la cabeza con una bala disparada por un arma clasificada como “no letal” y que, a pesar de las definiciones balística, ha demostrado ser todo menos inofensivo.
En particular hoy, 10 de diciembre, Día Mundial de los Derechos Humanos, es realmente increíble que el Gobierno Italiano y la Unión Europea elijan el silencio delante de la represión de la resistencia social, ante la muerte de la que es responsable el inquilino de la Casa de Nariño. Defender los derechos humanos no significa pronunciar un hermoso discurso, sino actuar en todos los lugares posibles para poner fin a la guerra que el Gobierno colombiano está librando contra la sociedad civil colombiana.
Esa misma sociedad civil que durante décadas ha sido objeto de las políticas represivas del Estado colombiano, detrás de la pantalla de la teoría de que era necesario “quitar el agua en la que nada el pez” de las guerrillas de las FARC y el ELN.
¡Potere al Popolo! está junto a quienes, en las calles y en las plazas de Colombia, estan haciendo resonar cacerolas y su intolerancia, luchan para obtener mejores horizontes. Reclamamos, junto con las organizaciones sociales y políticas colombianas, la prohibición de las armas letales y aquellas que, irónicamente “no letales” han demostrado ser homicidas, el desmonte del ESMAD y la necesidad de aclarecer las muertes que están ensangrentando el País, y sobre los actores y mandantes reales.
Las acusaciones de Duque a Venezuela suenan ridículas y ofensivas. Muestra desprecio por su propia gente, consideradolas marionetas. El apoyo de Trump al gobierno colombiano nos convence una vez más de que la construcción de una sociedad más justa vendrá solo gracias a la solidaridad internacionalista de los pueblos que sufren en piel propria la tragedia del enriquecimiento y los privilegios de unos pocos en deterioro de las vidas de muchos.